El Nilo en todas sus orillas posibles Todo empezó a orillas de Nilo, una tarde de jueves, con las calles del Cairo abarrotadas. Tras una larga semana encerrado entre libros, paseaba sin rumbo por el centro de la ciudad. Una ciudad que nunca me pareció una ciudad, sino más bien un ser vivo que palpitaba al ritmo de los cláxones de millones de coches que circulan a todas horas por sus calles y avenidas. En el puente de Qasr el Nil me detuve entre la multitud para observar el Nilo. Grupos de jóvenes charlando y riendo, parejas de enamorados cuchicheándose cosas al oído, gente sin prisa observando cualquier cosa y vendedores ambulantes lanzando juguetes voladores al cielo. Entre todos ellos allí estaba yo, sobre el gran río de África, abrumado por un remolino de ruidos, luces y empujones. Allá donde miraras había alguien o pasaba algo. El Cairo seduce y agota a partes iguales. Necesitaba un respiro, salir de la gran urbe y sus bibliotecas. Necesitaba respirar. |