El río Ésera, todavía un bebé, traza una amplia curva para pasar a los pies de tres míticas montañas del Pirineo aragonés (el Aneto, la Maladeta y el Posets) y después sigue el orden establecido en la cordillera de que los cursos fluviales se alinean en sentido norte-sur. Hasta que a inicios del siglo XIX aristócratas y científicos decidieron que las montañas pirenaicas debían escalarse y saber qué se siente al hollar las cimas y tener a los pies un mundo entero, los pobladores de la cordillera se mantuvieron bien alejados de las zonas más altas. Por asfixiantes, desérticas, peligrosas, eran consideradas una maldición helada. Leer más |