Parece mentira, pero Dubrovnik solo sucumbió 150 años al Imperio Veneciano (de 1205 a 1358) hasta que Napoleón arrasó con su independencia y finiquitó su pujanza. Hasta entonces, esta ciudad medieval logró sobrevivir a todos los vaivenes del Mediterráneo durante siglos gracias a una habilidad innata para tejer relaciones diplomáticas, sobre todo con el Imperio Otomano, y a las decenas de rutas comerciales que se volvieron imprescindibles para el comercio por este mar. Por eso, sigue pareciendo indestructible. Por eso, sus murallas siguen siendo tan atractivas, tan fotogénicas, tan adaptadas a un litoral tan caprichoso. La ciudad es el punto de partida de el viaje por el sur de la Costa Dálmata que Marc Morte tan bien describe en el reportaje de nuestro número de junio; pero antes de navegar por islas remotas y por parques naturales inusitados, merece la pena conquistar (o dejarse conquistar) por ese insólito reducto medieval repleto de monumentos y sorpresas. Seguir leyendo |