Resumen perfecto de paisajes mediterráneos y desérticos, Túnez es como un Magreb en miniatura. Amable con los visitantes, está trufado de museos y yacimientos arqueológicos romanos de primer orden que se abrazan a sus mezquitas y coloridos zocos. Y con escenarios cinematográficos inolvidables. Túnez es un país luminoso. Acurrucado en el extremo occidental de la gran hendidura que Libia marca en el Mediterráneo central, se encara a las islas de Pantelaria y Malta. Pero, sobre todo, enfoca su litoral al alba, y queda iluminado desde el primer minuto del día por el sol que surge por levante. El más pequeño de los países del Magreb ha sido agraciado en la lotería de los paisajes, recogiendo las estribaciones orientales de la cordillera del Atlas, un buen fragmento del desierto del Sáhara –el 40% del territorio nacional– y sus correspondientes oasis salvadores, además de un litoral que se estrecha coquetamente en el golfo de Gabes y deja para los mayores placeres la isla de Yerba y la casi ocluida ensenada de Boughrara. |