Habría que vivir unas 1.000 vidas diferentes para poder escrutar cuál es la ciudad más bonita del mundo. En cierto modo, una urbe, por sus dimensiones y características, está condenada a tener alguna zona funcional o industrial que convierte el concepto «ciudad bonita» en casi un oxímoron. Sin embargo, si se obvia lo obvio y se acepta el desafío, la magnitud definitiva no debería de estar en el número de monumentos que atesora o en la armonía de sus calles. Habría que fijarse en lo que hay más allá de la almendra turística, en esos arrabales que nadie abrillanta cuando cae la noche. Y en eso, Venecia es insuperable. |