No sospechaba que, aquella tarde en Amberes, mi DeLorean fuera una bicicleta. Allí, en el lateral de la siempre fastuosa catedral ferroviaria de la ciudad belga me esperaba Nicolas, mi guía, quien estaba regulando a ojo mi sillín. Minutos más tarde ya estábamos pedaleando por calles residenciales con la brújula fijada en el norte de la ciudad. Mi objetivo, la fotogénica Casa del Puerto que Zaha Hadid había proyectado hacía más de una década en el norte de la ciudad. Lo que no sabía es que, más que un emblema, este icono sintetiza los múltiples universos paralelos que conviven en las urbes flamencas. |