Recuerdo que el primer consejo que me dieron cuando decidí viajar a Miami fue “descárgate Uber”. Mi instinto –europeo, peatonal y curioso–, me hizo desestimar esta idea. Al fin y al cabo, tras bajar del aeropuerto me esperaba el aliciente de trasladarme hasta el centro de la ciudad en el siempre retrofuturista monorrail. Sin embargo, pronto aprendí que en la metrópolis de Florida el transporte público brilla por su ausencia y que hacer uso de esta aplicación me permitía no solo ahorrar tiempo, también conectar con la variopinta comunidad hispanoparlante de la ciudad. |