Hay libros de viajes a los que esa etiqueta les queda pequeña, pues reflejan más la singularidad de un espacio y de quienes lo habitan que las peripecias del autor. Algunas de esas obras de “no-ficción” son auténticas joyas literarias que nos deleitan cada vez que nos adentramos en ellas. Así sucede por ejemplo con El tiempo de los regalos, de Patrick Leigh Fermor, de la que RBA acaba de publicar una nueva y atractiva edición. Un húmedo atardecer de noviembre de 1933, cuando los relámpagos surcaban el cielo, Patrick Leigh Fermor sintió la repentina inspiración de abandonar Londres y viajar a pie hasta Constantinopla. Tenía solo 18 años y pretendía recorrer Europa a partir de la costa holandesa, siguiendo los valles del Rin y del Danubio. Su discreto presupuesto (4 libras al mes) requería pernoctar en albergues económicos o en graneros, relacionándose ante todo con aldeanos y campesinos. Expulsado de una escuela para niños difíciles, sus últimos años habían sido «una sucesión de promesas, apuros y trastornos». Y el presente le resultaba especialmente sombrío, pues «tenía la sensación de que flotaba hacia la desintegración, entre una maraña de arrecifes sumergidos y mal señalizados». Viajar a pie a través de Europa le ofrecería la oportunidad de pensar, escribir, detenerse o seguir adelante a su ritmo, contemplar las cosas con una mirada distinta y escuchar lenguas «que no estuvieran mancilladas por una sola palabra conocida». |